Me encuentro trabajando en el montaje de un Land Rover Pink Panther y, entre los pocos accesorios incluidos en el kit, aparece una malla de camuflaje enrollada. La observo con calma —intentando ser educado— y confirmo que es claramente insuficiente. (Pido de antemano disculpas por el desorden permanente en la mesa de trabajo; pero seamos francos, un taller de modelismo impecable suele ser un taller inactivo.

No me desanimo. Me digo que no hay problema, que todavía conservo un pequeño tesoro: un resto de malla de camuflaje Verlinden que compré hace eones, cuando aún era estudiante y estiraba cada peso para completar mis proyectos. Pero al revisar la bolsa, descubro que está vacía. El tiempo pasa, las cajas se mueven, las piezas se pierden… y la malla desapareció. Nada grave: avanzo al plan B. Fabricarla por mi cuenta.

Recordaba —y confirmé tras revisar algunas referencias en internet— que la famosa malla Verlinden no era más que gasa médica teñida. Nada sofisticado, pero sí efectiva. La nostalgia viene más por la etiqueta que por el material en sí. Dicho esto, la lista de materiales necesarios es sencilla:

  • Gasa común de farmacia
  • Pinturas esmalte
  • Thinner para esmalte
  • Agua
  • Cola fría
  • Algo de pintura acrílica para matizar

Comienzo cortando un trozo generoso de gasa. No uso el paquete completo: siempre es útil guardar material para teñir en otros tonos según futuros proyectos. Luego coloco la gasa en un recipiente y vierto la pintura elegida. En este caso, un tono café adecuado para vehículos desérticos: Kursk Soil (Ammo A.MIG-1400). Diluyo aproximadamente al 50% y sumerjo la gasa, mezclando lentamente hasta que absorba todo. Este paso no requiere precisión quirúrgica: basta con que la mezcla inspire confianza y el resultado se vea uniforme.

Cuando la gasa está completamente impregnada, la retiro, la estrujo con firmeza para eliminar el exceso y la dejo secar. A primera vista, el tono obtenido es muy satisfactorio. Aquí cada modelista puede decidir si añadir matices adicionales según el desgaste, el escenario o la intención del proyecto.

Con la gasa ya seca, comienza la parte interesante. Recorto un trozo del tamaño aproximado que necesito para enrollarlo sobre el Land Rover. Sin embargo, tal como muestran las fotos, la gasa —por escala y textura— no genera la sensación de peso realista que busco. En la vida real, una malla de camuflaje se hunde, cae y se acomoda sobre la superficie. En escala, hay que ayudarla un poco.

Para ello preparo una mezcla de agua con cola fría, a la que agrego unas gotas de pintura acrílica Dunkelbraun (Ammo A.MIG-007). Esta pintura cumple dos funciones: elimina el brillo indeseado de la cola y aporta un tono extra que enriquece la superficie. La mezcla debe quedar con una textura lechosa; lo bastante fluida para empapar la gasa sin plastificarla. Introduzco la gasa, mezclo nuevamente hasta que esté bien saturada y la retiro con cuidado. En este punto, el estrujado debe ser mínimo: solo lo suficiente para evitar que escurra.

Coloco la gasa humedecida directamente sobre la maqueta. Este es un momento clave: con unas pinzas voy acomodando la caída, creando pliegues naturales, ajustando las tensiones y simulando el peso del material real. Si alguna zona se resiste o queda demasiado rígida, aplico un poco más de la mezcla agua/cola/pintura. En ocasiones, utilizo pequeñas tenazas para mantener la forma mientras cura, siempre cuidando de no marcar la superficie de manera permanente.

Dejo reposar la pieza un tiempo prudente y, antes de que endurezca del todo, retiro las tenazas. El resultado final es sólido, convincente y visualmente muy agradable. La malla adquiere esa caída orgánica que tanto aporta a un vehículo como el Pink Panther, donde los accesorios y el equipo externo forman parte esencial de su personalidad.

Espero que este tutorial ampliado les sea útil y les anime a experimentar con materiales sencillos para obtener resultados muy realistas. A veces, las soluciones clásicas siguen siendo las mejores.